Joseph Boze (1744-1826). Retrato de Jean-Paul Marat (1743-1793), político (1793). Óleo sobre lienzo. 59,50 x 49,50 cm. Museo Carnavalet. París |
Pocos personajes históricos han provocado en su época amores y odios tan profundos como Jean-Paul Marat
(1743-1793). Incluso ahora, más de dos siglos después de su muerte,
cuesta referirse a él con la debida objetividad. Debo manifestar que el
personaje de Marat no despierta en mí la menor
simpatía; pero no puedo dejar de reconocer que la suya es una historia
interesante desde el punto de vista médico.
Jean-Paul Marat nació en
la comuna de Boudry, cantón de Neuchâtel, en la actual Suiza, el 24 de
mayo de 1743. Era el mayor de nueve hermanos; hijos de Jean (antes
Giovanni) Mara, un antiguo comendador mercedario de origen italiano, de
Cerdeña, convertido al calvinismo, y Louise Cabrol, una ginebrina
descendiente de hugonotes franceses. Jean-Paul añadiría
más tarde la letra “t” a su apellido familiar, “Mara”, “… para dar a su
nombre más apariencia francesa” [Wallis, 1916].
Con 16 años, tras la muerte de su madre, Marat
se trasladó a Burdeos y dos años después a París, donde permanecería
seis o siete años más. No se puede desechar la idea de que estudiara
medicina durante su estancia en Burdeos y París, pero tampoco hay
constancia de esos estudios ni de que obtuviera título alguno que le
facultara para el ejercicio profesional. En realidad, el único título
acreditativo de la formación médica de Marat que se
conoce es un “doctorado” obtenido con la presentación de un trabajo
sobre la gonorrea en la Universidad de Saint Andrews (Edimburgo), en
1775, cuando ya llevaba un buen número de años ejerciendo como médico,
veterinario o barbero -según las circunstancias- en París, Londres,
Edimburgo, Dublín y otras ciudades. El título completo de ese trabajo de
“doctorado” [Bayon, 1945] era: An Essay on Gleets. The Defects of
the Actual Method of Treating Those Complaints of the Urethra are
Pointed Out, and Effectual Way of Curing Them Indicated.
Como investigador, aparte del ya citado
sobre la gonorrea, sus trabajos de investigación se centraron,
fundamentalmente, en el campo de la oftalmología. En 1775 publicó su Enquiry into the Nature, Cause and Cure of a Singular Disease of the Eyes. Aunque destacan sus ensayos científicos sobre el calor y el fuego, la luz y la electricidad. En 1782 publicó Recherches Physiques sur Electricité. En 1783: Recherches sur Electricité Medicate. Y en 1784: Notions Elementaires d’Optique.
Del mismo modo que ocurrió en su faceta política, su obra científica le
hizo granjearse tanto admiradores como detractores. Entre los primeros
estaba Benjamín Franklin, que se interesó mucho por sus
investigaciones y con el que llegó a entablar una buena amistad.
Deseoso de ingresar en la prestigiosa Académie des Sciences, de París, presentó a la ilustre corporación académica sus publicaciones científicas, incluyendo la última, Memóires Académiques, ou Nouvelles Découvertes sur la Lumière (1788). Pero no fue aceptado. Se dice que la Academia obró así por haber tenido la “… osadía de disentir de Isaac Newton” y que Goethe,
otro de sus buenos amigos, “… siempre consideró el rechazo de la
academia [sic] como una clara muestra de despotismo científico.” Uno de
los que más se señalaron oponiéndose al ingreso de Marat en la Academia fue el padre de la química, Antoine de Lavoisier. Años después, en 1791, Marat, el que tanto interés había tenido en ser académico, publicó Les Charlatans Modernes, ou Lettres sur le Charlatanisme Academique, y cuando fue dueño del poder suprimió la Academia y mandó guillotinar a Lavoisier.
En cuanto, a su práctica profesional
-aparte de su posible desarrollo en Francia y por poco tiempo en
Holanda, hasta 1766- se sabe con certeza que Marat
ejerció la medicina, entre 1766 y 1776, en diversos lugares de
Inglaterra, Irlanda y Escocia. Pero su notoriedad profesional empezó a
crecer tras su regreso a Francia; sobre todo, desde que “curó” una grave
afección pulmonar (hay quien habla de tuberculosis) a la marquesa de
L’Aubespine; aunque el medicamento que utilizó era “… poco más que tiza y
agua” [Lipman Cohen y Lipman Cohen, 1958]. Todo indica que, entre Marat y la Marquesa, hubo algo más que una buena amistad. Pero el agradecido marido, además, presentó a Marat
al conde d’Artois, el hermano menor de Luis XVI, quien llegaría a
reinar con el nombre de Carlos X en 1824, en la Restauración. El conde
d’Artois nombró a Marat, en 1777, médico de su guardia
personal, con un salario de 2.000 libras anuales, y le abrió las puertas
de las mejores casas de la aristocracia francesa, convirtiéndole en uno
de los principales médicos de la Corte. Sin embargo, a pesar de la
elevada posición social y económica que, como médico, había llegado a
alcanzar, Jean-Paul Marat abandonó el ejercicio de la medicina en 1788 para dedicarse por entero a la política.
No hablaremos aquí del Marat
político y revolucionario. Su obra es suficientemente conocida y, en
todo caso, existe abundante información sobre la misma. Trataremos, en
cambio, sobre otra cuestión desde hace tiempo ampliamente debatida: ¿Cuál fue la enfermedad o cuáles fueron las enfermedades que sufrió Marat?
Jaime Cerda, en un artículo publicado el año 2010 en la Revista Médica de Chile, escribe:
“El comienzo de su singular enfermedad se remontaría entre tres y cinco años antes de su muerte, no existiendo consenso entre los historiadores sobre su etiología. Jelinek (1979) describió la enfermedad de Marat como ‘una afección cutánea crónica y adquirida, afectándole en una edad media (45-50 años), la cual comenzó en la zona perineal, se expandió a la mayoría de su cuerpo, era intensamente pruriginosa, persistió durante largo tiempo y no demostró ser letal’. La enfermedad comenzó a agravarse, tornándose intensamente pruriginosa, comprometiendo su calidad de vida y forzándole a permanecer por largas horas sumergido en una bañera, cuyas aguas medicinales le proporcionaban algún alivio. La bañera tenía forma de zapato y le permitía trabajar y dialogar con diversas personas mientras se encontraba en su interior.”
“El comienzo de su singular enfermedad se remontaría entre tres y cinco años antes de su muerte, no existiendo consenso entre los historiadores sobre su etiología. Jelinek (1979) describió la enfermedad de Marat como ‘una afección cutánea crónica y adquirida, afectándole en una edad media (45-50 años), la cual comenzó en la zona perineal, se expandió a la mayoría de su cuerpo, era intensamente pruriginosa, persistió durante largo tiempo y no demostró ser letal’. La enfermedad comenzó a agravarse, tornándose intensamente pruriginosa, comprometiendo su calidad de vida y forzándole a permanecer por largas horas sumergido en una bañera, cuyas aguas medicinales le proporcionaban algún alivio. La bañera tenía forma de zapato y le permitía trabajar y dialogar con diversas personas mientras se encontraba en su interior.”
Ya en vida de Marat;
pero, sobre todo, desde principios del siglo XX hasta la actualidad, las
hipótesis diagnósticas planteadas sobre su enfermedad de la piel han
sido variadas, fiel reflejo de la incertidumbre existente respecto al
diagnóstico real. El mismo Marat decía que la había
contraído mientras se escondía bajo tierra -en tiempos difíciles para
él- en sótanos y alcantarillas. Sus enemigos esparcieron el rumor de que
se trataba de sífilis. Más adelante se apuntaron los diagnósticos de eczema (Cabanés, 1913), eczema liquenificado (Hart, 1924), escabiosis (Bayon, 1945) y dermatitis seborreica (Dale, 1952). Pero Little (1916), Scarlett (1930) y Jelinek (1979) coinciden en el diagnóstico más probable de dermatitis herpetiforme.
La dermatitis herpetiforme fue descrita por primera vez en 1884 -es decir, noventa y un años después de la muerte de Marat–
por el dermatólogo norteamericano Louis Duhring (por eso se le conoce
también como enfermedad de Duhring), “como una erupción en la piel
caracterizada por la presencia de lesiones vésico-ampollosas agrupadas
en un patrón herpetiforme…” [Armand Rodróguez et al., 2002]. La dermatitis herpetiforme no es una enfermedad contagiosa, por tanto, si Marat
la tuvo, no la había contraído mientras se hallaba escondido en las
alcantarillas, como pensaba él. Su etiología depende de factores
genéticos e inmunológicos. Habría de transcurrir todavía casi un siglo
más para que Marks asociara la dermatitis herpetiforme
con anormalidades intestinales en 1966 y Frey, en 1973, demostrara los
beneficios de una dieta libre de gluten en la evolución de la
enfermedad; es decir, para que se pensara que la dermatitis herpetiforme es una enfermedad asociada con frecuencia a la enfermedad celíaca o celiaquía.
Por la clínica que han recogido los historiadores, se puede decir que es muy posible que Marat sufriera dermatitis herpetiforme;
pero no se puede asegurar con certeza por la falta de pruebas
bioquímicas, inmunológicas y anatomopatológicas. Más difícil es
establecer el diagnóstico de celiaquía, aunque hoy sepamos que la dermatitis herpetiforme
es una enfermedad frecuentemente asociada a ella (la presentan el 20%
de los celíacos), por la ausencia de esas mismas pruebas, indispensables
para establecer el diagnóstico.
Desde luego, si Marat padecía dermatitis herpetiforme y celiaquía,
la dieta que seguía, sobre todo durante sus últimos años de vida, no
podía hacer otra cosa que empeorar su estado. No por el café negro, que
consumía continuamente, “más de veinte tazas al día”, sino -como cuentan
Cabanés (1913) y Hart (1924), dos de sus biógrafos- porque “…estaba
continuamente masticando galletas y dulces durante las sesiones de la
Asamblea…”, siendo “…particularmente aficionado a un dulce de almendras”
[Lipman Cohen y Lipman Cohen, 1958]. Quizás, por esta afición suya a
los dulces, se ha dicho también que Marat pudo ser diabético; aunque esto tampoco se puede verificar [Bayon, 1945].
Se ha dicho también que “Marat sufría de insomnio y constantes dolores de cabeza,
y esa era la razón por la que a menudo se le representa con un trozo de
tela enrollada en la cabeza (como en el famoso cuadro de David o en el
que se muestra más abajo, de Baudry], tela empapada en vinagre” [Wallis,
1916]. Aunque puede que la utilizara, simplemente, para aliviar el
picor de la dermatitis herpetiforme en el cuero cabelludo, que no podía mantener sumergido en el agua de la bañera.
Jacques-Louis David (1748-1825). La muerte de Marat (1793). Óleo sobre lienzo. 165 x 128 cm. Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. Bruselas. |
Otro aspecto que se ha debatido bastante ha sido la posible relación causa-efecto entre la enfermedad de Marat
y su temperamento violento (o viceversa), sin que tampoco exista
consenso. Un psiquiatra norteamericano, Charles W. Burr, en 1919, dijo
de él que era “…un ejemplo de paranoia de tipo político” [Bayon, 1945]. Pero, dejemos la palabra, otra vez, al Dr. Cerda:
“Posiblemente tanto las circunstancias históricas como su temperamento jugaron un rol, total o parcial, en la génesis de la enfermedad y ésta, a su vez, afectó su carácter. Si bien el temperamento característico de Marat es temporalmente anterior al desarrollo de su enfermedad, lo cierto es que el agravamiento de esta última coincidió con una intensificación del primero. Aparentemente el padecer de una patología cutánea crónica tiene consecuencias importantes sobre la personalidad. Además de Marat, otros personajes históricos de ideas revolucionarias tuvieron similares padecimientos; al respecto, Karl Marx (1818-1883) habría sufrido una invalidante hidradenitis supurativa, mientras que Josef Stalin (1879-1953) padecía de psoriasis. La disminución de la calidad de vida asociada a estas enfermedades posiblemente tuvo un efecto psicológico no despreciable en estos tres personajes, posiblemente ejerciendo alguna influencia en lo que fueron sus ideas y comportamiento. En palabras de Shuster, quien describiera la hidradenitis supurativa de Karl Marx, ‘la piel es un órgano de comunicación y sus trastornos producen gran distrés psicológico; genera rechazo y disgusto, depresión de la imagen corporal, del ánimo y del bienestar’.”
“Posiblemente tanto las circunstancias históricas como su temperamento jugaron un rol, total o parcial, en la génesis de la enfermedad y ésta, a su vez, afectó su carácter. Si bien el temperamento característico de Marat es temporalmente anterior al desarrollo de su enfermedad, lo cierto es que el agravamiento de esta última coincidió con una intensificación del primero. Aparentemente el padecer de una patología cutánea crónica tiene consecuencias importantes sobre la personalidad. Además de Marat, otros personajes históricos de ideas revolucionarias tuvieron similares padecimientos; al respecto, Karl Marx (1818-1883) habría sufrido una invalidante hidradenitis supurativa, mientras que Josef Stalin (1879-1953) padecía de psoriasis. La disminución de la calidad de vida asociada a estas enfermedades posiblemente tuvo un efecto psicológico no despreciable en estos tres personajes, posiblemente ejerciendo alguna influencia en lo que fueron sus ideas y comportamiento. En palabras de Shuster, quien describiera la hidradenitis supurativa de Karl Marx, ‘la piel es un órgano de comunicación y sus trastornos producen gran distrés psicológico; genera rechazo y disgusto, depresión de la imagen corporal, del ánimo y del bienestar’.”
El 13 de julio de 1793, estando Marat en su bañera, recibió la visita de la joven Charlotte Corday,
quien decía -según una de las versiones existentes- traer los nombres
de algunos girondinos enemigos de la Revolución, que habían huido a la
ciudad de Caen. Cuenta la historia que Marat apuntó sus nombres y afirmó que debían ser guillotinados, tras lo cual Corday extrajo un puñal y se lo clavó mortalmente a Marat.
Cabe añadir, como dato no mencionado
habitualmente, que quien le prestó los primeros auxilios fue un dentista
llamado Michon Delafondée, que ejercía en la misma casa donde vivía Marat;
aunque nada pudo hacer para evitar su muerte [Wallis, 1916]. Por otra
parte, en la autopsia realizada el día después de su muerte por el
Cirujano Jefe del Hôpital de l’Unité, se apreció que el cuchillo de Charlotte Corday
había penetrado por el espacio entre la primera y la segunda costillas
del lado derecho, atravesando el pulmón, y había afectado a la aorta
llegando hasta la aurícula izquierda del corazón. Pero se observó,
también, que en el momento de su muerte, Marat ya sufría -probablemente, desde hacía tiempo- “pleuresía” en el pulmón derecho [Bayon, 1945]. Si Charlotte Corday no lo hubiera asesinado, es posible que Marat
hubiera tardado poco en morir por su enfermedad pulmonar o en la
guillotina como sus compañeros del triunvirato del terror, Dantón y
Robespierre.
Al contrario de lo que me ocurre con Marat, no puedo evitar -sin aprobar ni justificar su crimen- sentir simpatía por Charlotte Corday.
No creo que en mi código genético exista el más mínimo atisbo
girondino. Puede que sea por la innata tendencia que muchos tenemos a
ponernos de parte del más débil. O, quizás, simplemente, porque se
trataba de una joven de 24 años que sacrificó su vida para salvar la de
los suyos. No sé. Pero quiero dedicar el final de esta entrada a Charlotte Corday con un cuadro quizás menos conocido que el de Jacques Louis David sobre la muerte de Marat. El autor es Paul Baudry, un pintor del academicismo francés del siglo XIX. Y ella es la protagonista.
BIBLIOGRAFÍA
ARMAND RODRÍGUEZ, B. et al. (2002): “Dermatitis herpetiforme”. [Disponible en: http://singluten.files.wordpress.com/2007/04/dermatitis-herpetiforme.pdf; consultado 1 mayo 2015].
BAYON, H.P. (1945): “The Medical Career of Jean-Paul Marat”. [Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2181792/pdf/procrsmed00552-0114.pdf; consultado 1 mayo 2015].
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VERGARA HERNÁNDEZ, J. y VERGARA DÍAZ, M.A. (2009): “Enfermedad celíaca”. [Disponible en: http://www.fisterra.com/guias2/celiaca.asp; consultado 1 mayo 2015].
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*Versión publicada en Siguiendo a Letamendi el 30 de abril de 2015.
ARMAND RODRÍGUEZ, B. et al. (2002): “Dermatitis herpetiforme”. [Disponible en: http://singluten.files.wordpress.com/2007/04/dermatitis-herpetiforme.pdf; consultado 1 mayo 2015].
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WALLIS C.E. (1916): “Marat”. [Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2017701/pdf/procrsmed00745-0120.pdf; consultado 1 mayo 2015].
*Versión publicada en Siguiendo a Letamendi el 30 de abril de 2015.
Posteriormente he conocido una obra del pintor mexicano Santiago Rebull (bien estudiada por María Concepción Márquez Sandoval) que complementa la iconografía sobre la muerte de Marat.
Santiago Rebull (1829-1902). La Muerte de Marat (1875). Óleo sobre lienzo. 58,7 x 66,3 cm. Colección particular |
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