Una sala del hospital durante la visita del médico jefe

En su comentario sobre el cuadro que en esta ocasión nos ocupa el Dr. Alberto Ortiz, entre otras cosas, escribe:

“…La pintura de Aranda representa la visita al hospital de un grupo de estudiantes acompañados por su profesor, que les enseña a examinar el cuerpo de los pacientes para observar los efectos de la enfermedad y así no sólo emitir un diagnóstico y administrarle un tratamiento sino también vigilar su curso.
En este caso, se trata de una joven semiinconsciente, vestida por las enfermeras con camisón y gorro blancos que indican ciertos conocimientos de higiene. La pobre muchacha es incapaz de incorporarse por sí sola, de manera que el médico ha pedido a uno de los ayudantes, tocados con un bonete negro, que le ayude a sostenerla mientras él realiza la auscultación directa, fase primordial del examen físico. Ésta consiste en pegar el oído a la espalda de la paciente para escuchar el ritmo de los latidos cardíacos, exploración que actualmente se realiza con el estetoscopio. El otro ayudante, a los pies de la cama, sostiene unas hojas con el historial médico, información que se completa con la ficha colgada de la cabecera. Seguramente, ésta contiene observaciones sobre la dieta, los fármacos y las pautas que han de cumplirse con ese paciente en concreto. En una balda colocada encima hay, además, algunas botellas y un tazón con el que se administran brebajes o caldo.”


Luis Jiménez Aranda (1845-1927). Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe (1889). Óleo sobre lienzo. 290 x 445 cm. Museo del Prado

Y añade Ortiz:

“Mientras tanto, el grupo de alumnos observa atentamente. Cubren sus ropas de calle con un delantal blanco como medida higiénica, si bien todavía está lejos de la asepsia imprescindible en un hospital.
Entre ellos hay una mujer que también atiende la actividad del profesor. En la época, en España era algo extremadamente raro y difícil que una mujer pudiera acceder a los estudios de Medicina. Cuando lo hacía, debía obtener el apadrinamiento de un médico que guiara sus pasos y que le diera el visto bueno para poder doctorarse, todo ello con el recelo de sus compañeros masculinos. Además, era necesario atravesar toda una maraña de papeleo burocrático, sólo por el hecho de ser mujer. Cabe añadir que la ceguera institucional de la época admitió los doctorados de estas mujeres pioneras, como la barcelonesa Dolors Aleu i Riera (1857-1913), primera doctora en Medicina del país, pero cortó de raíz el problema al prohibir la matriculación de nuevas estudiantes mujeres en sus universidades.”


Con este cuadro, Luis Jiménez Aranda, un pintor nacido en Sevilla, donde inició su formación, pero que muy pronto -con poco más de veinte años de edad- se trasladó a Francia, obtuvo la primera medalla en la Exposición Universal de París de 1889 convirtiéndose en uno de los exponentes del realismo social en la pintura.

Pero conviene señalar también, como apunta el Dr. Francisco Javier Tostado, que a principios del siglo XIX Laënnec ya había inventado el estetoscopio por lo que la auscultación inmediata -es decir, aplicando la oreja directamente sobre el paciente- que practica el “médico jefe” ya había quedado obsoleta cuando se pintó el cuadro. El estetoscopio se difundió enseguida y en Cádiz, por ejemplo, ya se conocía en 1820.




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